lunes, enero 10, 2005

La delirante propuesta y el PP

Un magnífico artículo de Cacho. Un par de citas:

Frente a quienes piden más dureza, más palo y tente tieso, uno opina que el PP está haciendo lo que debe. Esta es una batalla larga, en la que tan importante es mostrarse serenamente firme como no pasarse de frenada y sucumbir a la histeria del momento

El PP tiene que manejar muy bien los tiempos, no radicalizarse (aunque objetivamente tenga razón para hacerlo), pero tampoco puede (lógicamente) abandonar los principios. Y creo que el PP lo está haciendo bien en este sentido. Como ya dije los ciudadanos anónimos tenemos otras posibilidades, y yo ya he enviado mi petición al Defensor del Pueblo.
Alguien podría decir que si estoy de acuerdo en recurrir, por qué no estoy de acuerdo en que lo hagan mis representantes parlamentarios. Y mi respuesta es que esto es un juego a varias bandas. Los ciudadanos hacen una cosa, el PP hace otra, el Rey hace otra distinta, una parte del PSOE hace una cosa, una segunda parte del PSOE hace otra e incluso parece que habría una tercera que haría otra, aunque eso es más bien wishfull thinking.
El PP no se puede (electoralmente) permitir acelerar demasiado rápido sin ir desplegando una pedagogía porque

La España dura de Aznar, la España liberal, competitiva, hasta cierto punto agresiva, con un papel que jugar en el mundo, ha sido sustituida por la España suave de Zapatero, la España muelle, convertida en gran ONG igualitaria, solidaria, tranquila, que rechaza la confrontación, que no quiere guerras ni problemas, aunque reclama, eso sí, seguir disfrutando del mismo nivel de vida que hasta ahora.
Y es esta sociedad hedonista, sin raíces ni principios profundos, sin noción del pasado ni idea concreta del futuro, entregada al oportunismo del día a día, al beneficio inmediato, a la abulia generalizada, es esta España anestesiada la que tiene que vérselas con un demagogo de largo recorrido como Ibarretxe, la que tiene que lidiar con el problema más importante de su Historia reciente

Mal que nos pese a todos